

Nada más abrir el periódico me topo con las letras de Ángeles Espinosa narrando una noticia terrible: el Estado Islámico ha arrasado Nimrud, un antiguo enclave asirio cercano a la ciudad iraquí de Mosul (Iraq). Fuentes oficiales iraquíes explican que los islamistas emplearon excavadoras y bulldozers para destrozar y saquear lo que no pudieron derribar más de 3.000 años de historia, sol, lluvia y viento.

Es prácticamente imposible estimar cuántas vidas y restos históricos se han perdido durante los últimos diez años en aquella región tras la ocupación de Iraq, la guerra civil en Siria, la represión en los distintos países que se reparten el Kurdistán, la guerra de Osetia del Sur y Libia, los bombardeos a discreción sobre Gaza, el aplastamiento de la revolución democrática en Egipto… La memoria tiene enemigos poderosos que, sin embargo, todavía no han borrado el oscuro denominador común de tanto sufrimiento: los intereses económicos de ciertos poderosos de países industrializados y sus socios.

Esos y otros sucesos de destrucción humana en el corazón de la antigua Mesopotamia, cuna de la civilización humana, me pillan recién llegado de un viaje breve pero intenso por Turquía y el Kurdistán turco, región fronteriza con Siria e Iraq.
Ya no me quedan excusas para postergar un par de reflexiones que me gustaría dejar por escrito y que acompañaré de algunas fotos tomadas con el teléfono:
1.- Parece que tanto los ciudadanos como nuestros representantes hemos olvidado que aquella es la región con mayor diversidad cultural, religiosa y étnica del planeta. El vestido de cosmopolita de recién nacidas como Nueva York se queda muy pequeño para la yedra de culturas que se entrelazan allí. En ella conviven desde hace miles de años y hasta el día de hoy árabes, turcos, kurdos, armenios, coptos y otras etnias de religión musulmana (y derivados), cristiana (y derivados), judía, etc. Está surtiendo efecto ese peligroso juego de la división que alientan tanto los gobiernos occidentales como los islamistas y los mal llamados ‘no alineados’, y que amplifican los medios de masas. Nos toca a nosotros descoser ese enorme tapiz de estereotipos simplistas que oculta miles de años de respeto, paz y aprendizaje mutuo.

2.- La historia da vueltas sobre sí misma y en ella las causas y las consecuencias se funden hasta la homogeneidad. Sin embargo, en este momento sí hay causas muy palpables que juegan a favor de la fanatización de muchos ciudadanos de aquella región: el hambre, la desigualdad, la miseria y la represión. La globalización no solo nos trae teléfonos coreanos y películas de Hollywood, sino que también implica una mayor responsabilidad individual frente a temas y conflictos globales o ‘lejanos’ (¿lejano? Bastan tres horas de avión para pisar el ISIS…). La religión no es el componente principal de este episodio sino un ingrediente que se vuelve amargo cuando el plato está podrido de dolor, hambre y miedo.

3.- Lobos disfrazados de cordero están avivando el fuego en esa hermosa y rentable región. Nuestra pereza intelectual y la prisa favorecen los discursos mediáticos en los que bastan dos categorías (buenos y malos) para explicar unos sucesos más complejos que la teoría de la gravedad cuántica de bucles. Un ejemplo breve (que no simple) para ilustrar esta afirmación: el actual gobierno de Turquía, liderado por el islamista conservador Erdogan, aparece con la máscara de la moderación ante los mandatarios occidentales al mismo tiempo que da apoyo militar y logístico a sus vecinos del ISIS. Si quieren pruebas solo tienen que acercarse a la frontera oriental de Turquía y Siria para comprobar lo fácil que es entrar en territorio ISIS ante la sonriente mirada de los soldados turcos. Los gobiernos de Estados Unidos, Francia y demás ‘cruzados’ están al tanto de la permisividad turca para el paso de armas, personas y otros insumos, pero parecen obviarlo.


4.- Las grandes potencias occidentales y sus falsos aliados en Oriente Próximo apuestan por la vía militar para atajar el problema. Esta estrategia tiene mucho que ver con la porosidad de los centros de poder, que facilita que grandes empresas del sector armamentístico y petrolero influyan de forma interesada sobre las decisiones políticas, principalmente en Europa y Estados Unidos. Una vez más nuestros representantes electos usan gasolina para apagar el fuego en aquella región (sentido metafórico) y en casa (sentido literal). De nuevo la masa aplaude el ‘puño de hierro’ contra ese enemigo perfecto -perfecto para justificar lo injustificable: omnipresente, incontrolable e inhumano- y las encuestas de popularidad premiarán a los políticos más belicistas.
El tiempo es un valor en alza, así que gracias por tus minutos y por compartir tu punto de vista más abajo. Y disculpen la ignorancia.
José B.
